Y como, quien miente, pierde la mano al introducirla en la boca.
Vacaciones en Roma (Roman Holiday) es una película dirigida por Willyam Wyler. El film ganó tres Oscar, a la mejor actriz principal (Audrey Hepburn), a la mejor narración para el cine, y al mejor vestuario, y obtuvo otras siete candidaturas, a la mejor película, al mejor director, al mejor actor de reparto (Eddie Albert), al mejor guión original, a la mejor dirección artística, a la mejor fotografía, y al mejor montaje. Este film catapultó a Audrey Hepburn a la fama, la química establecida entre Peck, Albert y la protagonista es tan evidente que se plasma en este film el encanto de las relaciones humanas simples, felices y sencillas que genera la personalidad fresca, rebosante y espontánea de la protagonista.
La princesa Anna (Audrey Hepburn) en visita oficial, cansada de sus obligaciones y de la soledad de su mundo real, decide escaparse durante la noche y vivir la vida de un ser común y corriente, sin formulismos ni pantallas sociales. Se queda dormida en la calle y es recogida por un americano quien la lleva a su apartamento y la acuesta en su propia cama. El americano resulta ser un periodista llamado Joe Bradley (Gregory Peck), quien se ofrece a hacer de guía para ella en Roma. En un principio, el principal interés de Bradley al reconocerla como la princesa que es, es conseguir una exclusiva de 5000 dólares sobre sus vivencias en su momento sabático, pero sin que ella se dé cuenta y para ello hace que su amigo y fotógrafo le saque fotos a escondidas para después publicarlas y hacerse famoso. Ella está encantada por conocer la ciudad como una persona más. Durante el día que pasan juntos, se divierten, pasan bochornos en la vía pública, van a una fiesta nocturna, surge algo entre ellos hasta que descubren que se han enamorado. Cuando la ausencia de la princesa ya no se puede prolongar surge el conflicto entre el deber y los sentimientos y la princesa debe tomar una dura decisión. Ella se despide de Bradley diciendo que jamás olvidará esos momentos y se besan apasionadamente como despedida final. Bradley decide no publicar las fotos como una forma de respetar la privacidad y los sentimientos albergados mutuamente y en una recepción oficial de la princesa Anna a la prensa, Bradley y su amigo concurren y le pasan las fotos a la princesa quien agradece la confidencialidad y ella devuelve la mirada de amor a Bradley y una hermosa sonrisa, para despedirse en silencio.
La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?, diría Rubén Darío.
Deliciosa película dirigida por William Wyler, quintaesencia del cine romántico. La historia viene a ser una Cenicienta al revés. La princesa Ana se halla de viaje por diversos países europeos. Su último destino es Roma, donde debe atender sus deberes principescos. Lo que supone atarse a un rígido protocolo. Pero una noche, alojada en su palacio, oye la música, ve a la gente sencilla divertirse, y toma una audaz decisión: salir a la calle, convertirse en una persona normal. Su encuentro con Joe Bradley, periodista, le permite pasar un día de ensueño: tomar "gelatti", pasear por la ciudad eterna en Vespa, acudir a una verbena. Lo que la princesa no sospecha es que Joe, en complicidad con el fotógrafo Irving, está preparando un reportaje sobre tan particular jornada de la princesa.
Desde Una chica angelical, Wyler no había abordado otra comedia romántica. El guión lo firman Ian McLellan Hunter y John Dighton, pero en la historia intervino también Dalton Trumbo, entonces en la lista negra de la tristemente célebre "caza de brujas" (su crédito por el film sólo lo recibió años más tarde). El film es una delicia, con escenas memorables. La más significativa es la de la visita a "la boca de la verdad": Joe explica a Ana, que si uno mete la mano dentro y dice una mentira, la boca se la traga. Gregory Peck en esta escena hizo algo que Audrey Hepburn no sabía que iba a hacer: al retirar la mano de la boca, se la recogió en la manga, con lo que parecía que, ciertamente, el maleficio se había cumplido. El rostro de sorpresa de Hepburn es auténtico, y el momento, verdaderamente mágico, quedó recogido para siempre en el celuloide.
Desde Una chica angelical, Wyler no había abordado otra comedia romántica. El guión lo firman Ian McLellan Hunter y John Dighton, pero en la historia intervino también Dalton Trumbo, entonces en la lista negra de la tristemente célebre "caza de brujas" (su crédito por el film sólo lo recibió años más tarde). El film es una delicia, con escenas memorables. La más significativa es la de la visita a "la boca de la verdad": Joe explica a Ana, que si uno mete la mano dentro y dice una mentira, la boca se la traga. Gregory Peck en esta escena hizo algo que Audrey Hepburn no sabía que iba a hacer: al retirar la mano de la boca, se la recogió en la manga, con lo que parecía que, ciertamente, el maleficio se había cumplido. El rostro de sorpresa de Hepburn es auténtico, y el momento, verdaderamente mágico, quedó recogido para siempre en el celuloide.
Aunque Hepburn había actuado en algún film como Oro en barras. Gregory Peck le dio perfecta réplica, en un papel que habían rechazado otros actores como Cary Grant, sabedores de que la protagonista era la reina de la función. A Peck no le importó el riesgo de ser eclipsado. El tercero en discordia es un actor a quien se vio siempre en papeles secundarios, Eddie Albert, que compone al entrañable fotógrafo.
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