jueves, 12 de mayo de 2011

Los que no perdonan



Según declara el propio Huston en su biografía, ésta era una película que no podía soportar. Volvemos a lo de siempre: el autor suele ser el crítico menos confiable de su propia obra. Porque él tendrá en cuenta los problemas que le supuso, las incómodas presiones que sufrió, las diferencias con el resto de profesionales...; y éstas son cosas que al espectador, salvo que sea uno de esos mitómanos más preocupado por la rumorología y cotilleos que rodean a la película que por esta misma, le deberían importar muy poco. Esta vez los problemas los tuvo con Burt Lancaster, que aquí ejercía también de productor, quien, en opinión de Huston —y en parte estoy de acuerdo—, impidió que se aprovecharan mejor la conflictiva relación entre los hermanos y la figura del indio secundario, entre otros aspectos, y exigió dar más protagonismo a la historia de amor. Otro motivo, más importante aún si cabe, fue el sentimiento de culpa por el grave accidente que tuvo Audrey (más abajo, en la sección de Curiosidades, explico mejor el percance).Lo que ya no soy capaz de justificar o explicar es la abismal diferencia entre mi opinión y la de aquellos críticos estadounidenses que vapulearon la película el día de su estreno. Dejo la labor en manos de algún otro usuario cuya perspectiva haya encontrado más fallos que la mía, que seguro que lo hay, y también tiene su derecho a expresarse.Por otra parte, independientemente del guión, reconozco que hay tramos en los que veo al director bastante perdido. Para mi gusto, la presentación, sobre todo en lo que toca a la muchacha interpretada por Hepburn, llega a ser tan cursi como la peor de las navidades en 'La casa de la pradera'. El asedio de los indios se alarga demasiado y no se cierra elegantemente, hay tres o cuatro incoherencias —por ejemplo: los indios caen como moscas; las mujeres, que en ningún momento han sido presentadas como pistoleras, disparan a matar con una sangre fría impropia de un ser humano—, y la música no la encuentro especialmente inspirada.


No obstante, me parece bastante intrigante; a pesar de todo, la historia sobre racismo, secretos, mentiras y pasados ocultos me parece muy buena. Y ofrece además algunos detalles soberbios que pasan por ser de lo mejor del western: las escenas de doma; la persecución del loco en plena tormenta de arena; la batalla psicológica que se desencadena con el piano, que me parece brutal; una Audrey que pasa creíblemente por india kiowa; el juego con las caricias de Lancaster a su hermana; una fotografía más oscura de lo habitual; pero sobre todo la escena del ahorcamiento, que es una maravilla en la que se condensan la locura, el odio y la venganza.Curiosidades:• Durante el rodaje, Audrey, que estaba preñada de unos pocos meses, cayó de un caballo encabritado y terminó con cuatro vértebras fracturadas, un esguince de tobillo y desgarros en varios músculos de la espalda. Mel Ferrer, por aquel entonces su marido, presionó para intentar cancelar la producción por completo, pero los productores sólo aceptaron conceder las seis semanas de reposo que los médicos juzgaron para una recuperación suficiente. Durante la convalecencia se rodaron algunas escenas con un doble; tras ella, e incluso a petición propia, se reincorporó para finalizar su trabajo. A causa de los refuerzos ortopédicos que tenía que llevar en la espalda, se rehizo su vestuario. El accidente hizo que su bebé, ya finalizado el rodaje, naciera muerto en lo que supuso el segundo embarazo frustrado de la actriz. Esto la sumió en una grave depresión que hizo temer por su salud mental: llegó a pesar cuarenta kilos, a fumar más de tres paquetes de cigarrillos al día y a destrozarse los dedos de tanto morderse las uñas. Audrey tendría aún otros tres abortos, pero también dos hijos sanos que quizás la salvaron de la locura, pues una de sus obsesiones, ya desde niña, era ser madre de una familia numerosa.• Antes de comenzar el rodaje, Huston y Lancaster se llevaron a la actriz Lillian Gish (la que hace de matriarca de la familia Zachary) al desierto para enseñarle a disparar, puesto que su papel lo requería. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que la "novata" era capaz de tirar con más precisión y rapidez que ellos, que se consideraban expertos. Resultaba que ella, en sus comienzos en el cine, había coincidido en el reparto de una película con el famoso pistolero Al J. Jennings, que se había pasado al mundo del espectáculo tras haber cumplido una larga condena por robo, y le había enseñado a disparar. Como fue una práctica que le gustó, con los años se había convertido en una experta.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Historia de una monja




Si hay algo que este drama de Zinnemann nos comunica con fuerza, es que lo único que podemos hacer es ser quienes somos.No sirve de nada engañar a los demás y tratar de engañarnos a nosotros mismos, pretendiendo ser alguien que no podemos ser.Muchas de las decisiones que tomamos implican compromisos, renuncias, bendiciones, sacrificios, alegrías y sufrimientos, en distintas proporciones. Una mujer que se consagra a ser monja debe aceptar y hacer suyos el compromiso, la renuncia, el sacrificio y el sufrimiento, recibiendo a cambio las bendiciones y las alegrías que conlleva la recompensa espiritual y divina. Librará una lucha constante para despojarse de su orgullo, de su vanidad, de su amor propio, de sus deseos carnales y de su rebeldía. Tendrá que esforzarse cada día por ese camino de perfección lleno de humanas imperfecciones, tendrá que tropezar mil veces para levantarse mil veces y seguir. Porque el orgullo, la vanidad, el amor propio, los deseos carnales y la rebeldía son como los pulmones, como el corazón, como todos los órganos vitales. Están tan presentes y tan arraigados en nuestro espíritu como los órganos lo están en nuestro cuerpo.Por ello, el camino de una esposa de Cristo no es como caminar por la ininterrumpida paz de un túnel de luz cegadora. Puede llegar a ser un camino lleno de zarzales espinosos que rara vez ofrece paz interior. Porque la verdadera virtud de quien se consagra a Dios no es la imposible posesión de la perfección del alma, sino su búsqueda incansable. Sabiendo que la lucha será perpetua y aceptándola como la parte más difícil del sacrificio.Tratar sin tregua de vencer los mundanos impulsos y sentimientos. Sin lograrlo completamente, pero domándolos y controlándolos cada vez con mayor eficacia, gracias a la ayuda de la experiencia, de la fuerza interior y, sobre todo, de la verdadera vocación. Puede que esto último sea lo más esencial para lograrlo.Zinnemann, por medio de la batalla interna de la hermana Lucas, nos muestra una de las cosas más complicadas en esta vida: encontrarte a ti mismo.


jueves, 5 de mayo de 2011

Lástima: ¡Sólo era un cuento!



De todas las películas que podría elegir para hacer poner el 10, tengo que elegir esta; no es mi película favorita, ni la considero la mejor película de la historia. Pero tiene que ser esta.Y eso que odio la enorme mayoria de comedias románticas; de hecho, odio las historias que cuentan. Sus personajes me parecen tan típicos, que consiguen que a la media hora de película desee que sus protagonistas tengan cualquier tipo de accidente mortal. Y los finales felices me hacen desear que un meterito caiga en la Tierra y todos muramos. Pero es que esta película no cuenta una historia, sino un cuento, un cuento de hadas. Wyler parte de una explícita crítica a la alta aristocracia, para luego contarnos el cuento de Cenicienta, pero a la inversa, lo cual le otorga si cabe un mayor encanto. Un cuento, solo un cuento, pero maravilloso.Esta vez los personajes sí que enganchan; ¿cómo, que alguien me lo explique, no va a enganchar la mayor belleza que ha dado la naturaleza, Audrey Hepburn? Peck cumple con su parte, en un papel , que siendo sinceros, tal vez le habría venido mejor a algún otro. Enseguida se identifica uno con ellos, y desea ser él, el que vive esa historia. Yo a los 10 minutos ya estaba deseando ser el afortunado periodista que se encuentra, de sopetón, con Audrey, una princesa atacada por un brote de rebeldía, que abandona la opresiva atmósfera de su ambiente, para descubrir el mundo real, y las emociones que lo convierten en tal, sobre todo el amor.Un affair desarrollado con soltura, sin los saltos bruscos que a veces podría achacarse a las comedias románticas antiguas, que va in crescendo a lo largo de toda la película, durante el cual se aprovecha para desvelar los encantos de la ciudad romana, haciendo uso de una fotografía fantástica, y dejando además por el camino una serie de situaciones que hacen esbozar sin quererlo una bonita sonrisa a cualquiera (el que quiera descojonarse, que opte por los hermanos Marx, o los Python).Del final, que hablaré en el spoiler, solo diré que es lo que la convierte en una de las grandes, de las inmortales; cualquier otro, como en Casablanca, habría dado al traste con toda la película. El final de esta película me hizo estar pensando en ella un par de días sin quitármela de la cabeza.Ese si que lo contaría tal vez entre los 10 mejores de la historia del cine.Véanla, y les aseguro que se divertirán, que sonreirán, y casi con toda seguridad, no podrán evitar llorar. Audrey, preciosa, has sido la estrella más hipnótica de todos los tiempos. Ojala tuvieras ahora 23 años, porque te pediría que te cases conmigo.Al fin y al cabo, solo sería un cuento.
El final, como digo, es sensacional; pero tengo que reconocer que es la ostia más grande que me han dado en el costado izquierdo desde que me dejo mi propia novia. Ese travelling, con Peck caminando de espaldas al pasillo, dirigiéndose a la resignación, es el momento que mayor angustia he pasado en mas de mil películas. Peck camina, dando la espalda a la puerta por la que la reina Ana acaba de salir, avanzando por un pasillo desierto, custodiado por guardias protocolarios, y mientras, el espectador no puede dejar de desear, de anhelar, que Ana regrese, corriendo, rompiendo las reglas de su vida, haciendo caso de su corazón, y no de su cabeza, a los brazos de Peck. Al final del pasillo, una última mirada atrás de Peck, acompaña la vista del espectador.Pero no, Ana no aparece. No podía ser. La cabeza, las reglas, ganan. Ana no sale, y Peck se va. Fin. Y yo que lo sentí tanto como si el que hubiera perdido a Audrey hubiera sido yo. Qué se le va a hacer. Al fin y al cabo, solo era un cuento.


lunes, 2 de mayo de 2011

El encanto, la vulnerabilidad y la inocencia




El encanto, vulnerabilidad e inocencia de Audrey Hepburn continúan cautivando a millones de admiradores. La inolvidable protagonista de 'Desayuno con diamantes', 'Sabrina' y 'My Fair Lady' falleció víctima de un cáncer de colon el 20 de enero de 1993 y, trece años después de su muerte, sigue siendo recordada por su estilo y elegancia. De grandes ojos y largo cuello, 'la princesa de Hollywood' -el apodo se lo puso Frank Sinatra- es el nombre del último trabajo del que es el biógrafo de las estrellas, Donald Spoto. A lo largo de cuatrocientas páginas, este cronista de la meca del cine hace un triste y emotivo retrato de este icono del siglo XX en 'La biografía' (Lumen'), desde su infancia en Holanda durante la Segunda Guerra Mundial hasta sus intentos por triunfar en el mundo del ballet, sus primeros pasos en el mundo del cine, su triunfo como actriz, sus «desgraciados» matrimonios y su dedicación a los más desfavorecidos en los últimos años de su vida.El también autor de las biografías de Hitchcock, Marlene Dietrich, Marilyn Monroe e Ingrid Bergman aplaude el que la desaparecida intérprete belga esté de moda. «El resurgimiento de su figura, que me viene muy bien, tiene su base en que la gente está cansada de la era de los vaqueros rotos y se empieza a valorar el buen gusto y la elegancia. Y Audrey representa la elegancia», dice Spoto, que ha rescatdo documentos y dedicado muchas horas de conversación con amigos y compañeros de esta mujer de apariencia frágil que, en palabras del escritor, siempre tuvo como compañeros de viaje el miedo y la inseguridad.Dice Spoto que esta hija de una baronesa holandesa que se arruinó durante la guerra y tuvo que trabajar como cocinera y florista «no era un santa y tampoco un diablo, sino una persona que sufrió, lucho mucho y fue muy infeliz y, a pesar de todo, hizo un gran esfuerzo para que el mundo fuera mejor. Me ha sorprendico la profundidad de su sufrimiento porque, episodio tras episodio, vivió el abandono de su padre, la II Guerra Mundial, la decepción de no poder ser bailarina clásica, sus infelices matrimonios, seis abortos...Pero no fue de víctima», apostilla.Con el mismo apellido que otra de las grandes -Katharine Hepburn-, este ángel de la guarda para los niños del mundo -fue embajadora especial de UNICEF- fue una niña «melancólica y callada» que desde los seis años tuvo que vencer «desafíos y obstáculos».