De todas las películas que podría elegir para hacer poner el 10, tengo que elegir esta; no es mi película favorita, ni la considero la mejor película de la historia. Pero tiene que ser esta.Y eso que odio la enorme mayoria de comedias románticas; de hecho, odio las historias que cuentan. Sus personajes me parecen tan típicos, que consiguen que a la media hora de película desee que sus protagonistas tengan cualquier tipo de accidente mortal. Y los finales felices me hacen desear que un meterito caiga en la Tierra y todos muramos. Pero es que esta película no cuenta una historia, sino un cuento, un cuento de hadas. Wyler parte de una explícita crítica a la alta aristocracia, para luego contarnos el cuento de Cenicienta, pero a la inversa, lo cual le otorga si cabe un mayor encanto. Un cuento, solo un cuento, pero maravilloso.Esta vez los personajes sí que enganchan; ¿cómo, que alguien me lo explique, no va a enganchar la mayor belleza que ha dado la naturaleza, Audrey Hepburn? Peck cumple con su parte, en un papel , que siendo sinceros, tal vez le habría venido mejor a algún otro. Enseguida se identifica uno con ellos, y desea ser él, el que vive esa historia. Yo a los 10 minutos ya estaba deseando ser el afortunado periodista que se encuentra, de sopetón, con Audrey, una princesa atacada por un brote de rebeldía, que abandona la opresiva atmósfera de su ambiente, para descubrir el mundo real, y las emociones que lo convierten en tal, sobre todo el amor.Un affair desarrollado con soltura, sin los saltos bruscos que a veces podría achacarse a las comedias románticas antiguas, que va in crescendo a lo largo de toda la película, durante el cual se aprovecha para desvelar los encantos de la ciudad romana, haciendo uso de una fotografía fantástica, y dejando además por el camino una serie de situaciones que hacen esbozar sin quererlo una bonita sonrisa a cualquiera (el que quiera descojonarse, que opte por los hermanos Marx, o los Python).Del final, que hablaré en el spoiler, solo diré que es lo que la convierte en una de las grandes, de las inmortales; cualquier otro, como en Casablanca, habría dado al traste con toda la película. El final de esta película me hizo estar pensando en ella un par de días sin quitármela de la cabeza.Ese si que lo contaría tal vez entre los 10 mejores de la historia del cine.Véanla, y les aseguro que se divertirán, que sonreirán, y casi con toda seguridad, no podrán evitar llorar. Audrey, preciosa, has sido la estrella más hipnótica de todos los tiempos. Ojala tuvieras ahora 23 años, porque te pediría que te cases conmigo.Al fin y al cabo, solo sería un cuento.
El final, como digo, es sensacional; pero tengo que reconocer que es la ostia más grande que me han dado en el costado izquierdo desde que me dejo mi propia novia. Ese travelling, con Peck caminando de espaldas al pasillo, dirigiéndose a la resignación, es el momento que mayor angustia he pasado en mas de mil películas. Peck camina, dando la espalda a la puerta por la que la reina Ana acaba de salir, avanzando por un pasillo desierto, custodiado por guardias protocolarios, y mientras, el espectador no puede dejar de desear, de anhelar, que Ana regrese, corriendo, rompiendo las reglas de su vida, haciendo caso de su corazón, y no de su cabeza, a los brazos de Peck. Al final del pasillo, una última mirada atrás de Peck, acompaña la vista del espectador.Pero no, Ana no aparece. No podía ser. La cabeza, las reglas, ganan. Ana no sale, y Peck se va. Fin. Y yo que lo sentí tanto como si el que hubiera perdido a Audrey hubiera sido yo. Qué se le va a hacer. Al fin y al cabo, solo era un cuento.
El final, como digo, es sensacional; pero tengo que reconocer que es la ostia más grande que me han dado en el costado izquierdo desde que me dejo mi propia novia. Ese travelling, con Peck caminando de espaldas al pasillo, dirigiéndose a la resignación, es el momento que mayor angustia he pasado en mas de mil películas. Peck camina, dando la espalda a la puerta por la que la reina Ana acaba de salir, avanzando por un pasillo desierto, custodiado por guardias protocolarios, y mientras, el espectador no puede dejar de desear, de anhelar, que Ana regrese, corriendo, rompiendo las reglas de su vida, haciendo caso de su corazón, y no de su cabeza, a los brazos de Peck. Al final del pasillo, una última mirada atrás de Peck, acompaña la vista del espectador.Pero no, Ana no aparece. No podía ser. La cabeza, las reglas, ganan. Ana no sale, y Peck se va. Fin. Y yo que lo sentí tanto como si el que hubiera perdido a Audrey hubiera sido yo. Qué se le va a hacer. Al fin y al cabo, solo era un cuento.
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