martes, 29 de marzo de 2011

Funny Face

GIFSoup Una cara con ángel, lo repetiremos cien y mil veces, porque hy ciertas películas que uno no sabe si votar atendiendo al corazón o a la cabeza. En este caso, si al final sólo hubiera atendido al análisis frío y calculador, mi nota hubiera sido un siete o un ocho. Pero mi conciencia me impedía no calificar con un diez este espectáculo tan maravilloso que puedo ver veces y más veces sin cansarme. Seguramente, desde un punto de vista técnico, esta película no sea una obra maestra, pero, cuando los sentimientos cobran vida, es difícil hacer valoraciones abstractas y puramente racionales. Muchos elementos hacen que esta cinta sea una de mis favoritas. En primer lugar, la conjunción de dos actores tan geniales como Audrey y Fred. Si ambos, por separado, son eternos, su unión representa una de las cimas del séptimo arte. Se tenía miedo de que la diferencia de edad entre ellos no hiciera creíble la historia de amor. Ese prejuicio sólo lo puede tener quien no conozca a Fred Astaire. Un hombre etéreo y ligero -como lo definió Vincente Minnelli-, que casi no es de este mundo, puede tener lo mismo veinte que cincuenta años, porque sus bailes lo elevan al cielo y lo alejan de lo terrenal y mundano. En segundo lugar, ese carácter eterno de ambos actores, unido al perfil de sus personajes (Astaire como un pragmático norteamericano, Audrey como una joven intelectual que desprecia al principio los sentimientos y el amor) evitan que la película caiga en un tono almibarado y de romanticismo pedante. En tercer lugar, nos encontramos con unas canciones inolvidables -"música de alas" ha escrito Cabrera Infante en “Cine o Sardina”- de George e Ira Gershwin , entre las que destacan "He loves, She loves", "Funny face", "Bonjour, París" o "´S wonderful", por ejemplo. Y, cómo no, hay que citar al gran director que fue Stanley Donen, un genio del musical que tiene en su haber películas como "Cantando bajo la lluvia", "Un día en Nueva York" o "Siete novias para siete hermanos", entre otras. Un genio que cumplió su sueño de dirigir a Fred Astaire, al que había visto siendo un niño en "Volando hacia Río de Janeiro", dirigiéndolo en "Bodas Reales" y en la película que nos ocupa. Para terminar, hay que decir que Fred y Audrey desearon enormemente trabajar juntos. Tambien ella, siendo niña, había soñado con bailar un día con Fred. Y éste sabía que Audrey era la mejor y no quería pasar la oportunidad de poder trabajar con ella. Dijo Terenci Moix en su magnífico libro “Mis inmortales del cine. Años 30”, en el capítulo dedicado a Fred Astaire, que esta película era y sigue siendo maravillosa. Lo será siempre porque, como hemos dicho, en sus imágenes y en su música sigue rezumando esa sensación de eternidad que tan pocas veces se alcanza.

Moderno cuento de la Cenicienta en el que una dependienta de una “siniestra” librería de Greenwich Village, cerrada a las emociones y entusiasta de un movimiento filosófico denominado enfaticalismo, ve como su vida puede cambiar de la noche al día.Se trata de una simpática comedia romántico-musical, con una visión desenfadada sobre el mundo de la moda de los años 50. Tiene una estética muy llamativa, llena de colorido, utilizado de manera ingeniosa. La fotografía de Richard Avedon es muy destacable, así como los elegantes diseños de Givenchy, amigo personal de Audrey Hepburn y fiel colaborador.Se hace un poco de sorna respecto a los movimientos existencialistas de la época, en tono de broma, de la misma manera que se ridiculiza la superficialidad de algunos aspectos del mundo de la moda (por ejemplo, la modelo Marion, incapaz de pensar, sólo sabe poner posturitas), al tiempo que se elogia (tiene también la capacidad de hacer realidad los sueños o unir a personas).Respecto a los números musicales, hay un poco de todo: buenos números (como mi preferido, el de la ciudad del amor, París, en donde se hace un breve repaso de los ilustres monumentos, como la inolvidable estampa de la Victoria de Samotracia con Audrey de rojo o el de Fred Astaire en plan torero), otros simpáticos (como Think Pink, realmente ingenios y técnicamente muy logrado, o Como ser un encanto) y algunos más discretos.Sí es cierto que la diferencia de edad se nota, 27 radiantes años de Audrey por 57 de Fred, pero aún así la cinta funciona, gracias a la calidad de ambos, sobre todo, en los números musicales.La solvencia de Fred Astaire en este terreno es incuestionable: lleva el baile en las venas. Audrey Hepburn, elástica y etérea, bien dotada para el baile, no en vano fue bailarina en sus inicios, está a su altura, ejecutando magníficamente sus números.En definitiva, una película agradable, optimista, de gran belleza plástica en algunos momentos con tres grandes bailarines y grandes momentos musicales. Y luego está Audrey Hepburn, deslumbrante, en uno de sus mejores momentos (tiene tantos mejores momentos…)

domingo, 27 de marzo de 2011

Look casual

Audrey marcó tendencia más por su estilo que por la ropa que usaba. Es conocida por ser la primera actriz que impuso la tendencia del look casual en vez del glamour (fue la pionera de las "muchachas no divas" que son toda una pauta de nuestra época). Sin embargo su frescura y forma de vestir, que impuso estilos y modas, la transformaron para la Historia del Cine como otro de los Mitos del Séptimo Arte. Por su interpretación de Holly Golightly en Breakfast at Tiffany's (1961) se convirtió en un icono del cine americano. Ella definió su papel como “el más jazz de mi carrera”. Cuando se le hizo la pregunta sobre su nuevo papel dijo: “Soy introvertida, actuar para ser una chica extrovertida es la cosa más difícil que he hecho en mi vida”. El elegante vestuario que usó en la película estaba diseñado por Givenchy. Además se puso mechas rubias en el pelo, look que también conservó fuera de la pantalla. Este papel, sin lugar a dudas el más popular de su carrera, estaba originariamente pensado para Marilyn Monroe (Truman Capote, el autor de la novela en que se basa la película, además de guionista, era un gran amigo de la polémica actriz). Cuando Marylin rechazó el papel debido a que quería dejar de interpretar a “chicas ingenuas” y este le llegó a Audrey, el personaje de Holly sufrió varios cambios, entre ellos el personaje dejaba de ser bisexual para ser heterosexual, además su trabajo de prostituta de lujo queda mucho más difuso y en ningún momento se hace la más mínima referencia a este hecho. Su magnífica interpretación recibiría otra nominación a los Óscar, premio que fue a parar a Sophia Loren.

En el 2007 se subastó un traje que lució la actriz en la película Breakfast at Tiffany's por un precio de 467.200 libras (unos 700.500 euros) destinando el dinero a un proyecto, impulsado por el escritor Dominique Lapierre, para dos escuelas en Bengala. Muchos quieren ver a Audrey Hepburn como un icono de moda, pero ella misma siempre huía de etiquetas y de falsos premios, por lo que siempre se mantuvo fiel a Givenchy, el modisto que la conocía mejor que nadie y el cual creó, para ella, su perfume L'Interdit. Su imagen radica en la elegancia natural y en la no ostentación de joyas ni vestuario, lo que le valíó una gran admiración por todo el mundo.

jueves, 17 de marzo de 2011

Una cara con ángel












Funny face




Hay ciertas películas que uno no sabe si votar atendiendo al corazón o a la cabeza. En este caso, si al final sólo hubiera atendido al análisis frío y calculador, mi nota hubiera sido un siete o un ocho. Pero mi conciencia me impedía no calificar con un diez este espectáculo tan maravilloso que puedo ver veces y más veces sin cansarme.Seguramente, desde un punto de vista técnico, esta película no sea una obra maestra, pero, cuando los sentimientos cobran vida, es difícil hacer valoraciones abstractas y puramente racionales.Muchos elementos hacen que esta cinta sea una de mis favoritas. En primer lugar, la conjunción de dos actores tan geniales como Audrey y Fred. Si ambos, por separado, son eternos, su unión representa una de las cimas del séptimo arte. Se tenía miedo de que la diferencia de edad entre ellos no hiciera creíble la historia de amor. Ese prejuicio sólo lo puede tener quien no conozca a Fred Astaire. Un hombre etéreo y ligero -como lo definió Vincente Minnelli-, que casi no es de este mundo, puede tener lo mismo veinte que cincuenta años, porque sus bailes lo elevan al cielo y lo alejan de lo terrenal y mundano.En segundo lugar, ese carácter eterno de ambos actores, unido al perfil de sus personajes (Astaire como un pragmático norteamericano, Audrey como una joven intelectual que desprecia al principio los sentimientos y el amor) evitan que la película caiga en un tono almibarado y de romanticismo pedante.En tercer lugar, nos encontramos con unas canciones inolvidables -"música de alas" ha escrito Cabrera Infante en “Cine o Sardina”- de George e Ira Gershwin , entre las que destacan "He loves, She loves", "Funny face", "Bonjour, París" o "´S wonderful", por ejemplo.Y, cómo no, hay que citar al gran director que fue Stanley Donen, un genio del musical que tiene en su haber películas como "Cantando bajo la lluvia", "Un día en Nueva York" o "Siete novias para siete hermanos", entre otras. Un genio que cumplió su sueño de dirigir a Fred Astaire, al que había visto siendo un niño en "Volando hacia Río de Janeiro", dirigiéndolo en "Bodas Reales" y en la película que nos ocupa.Para terminar, hay que decir que Fred y Audrey desearon enormemente trabajar juntos. Tambien ella, siendo niña, había soñado con bailar un día con Fred. Y éste sabía que Audrey era la mejor y no quería pasar la oportunidad de poder trabajar con ella.Dijo Terenci Moix en su magnífico libro “Mis inmortales del cine. Años 30”, en el capítulo dedicado a Fred Astaire, que esta película era y sigue siendo maravillosa. Lo será siempre porque, como hemos dicho, en sus imágenes y en su música sigue rezumando esa sensación de eternidad que tan pocas veces se alcanza.
La cinta tiene momentos antológicos, entre los que sobresale, para mi, la actuación de Astaire y Thompson en casa del Profesor. Entre los dos, mas de un siglo de edad, pero con un sentido del ritmo y una agilidad increibles. Como siempre que se podia no podia faltar Audrey luciendo modelitos de Givenchy y la banda sonora es memorable. Por ahora, la mejor pelicula de Audrey que he visto, y como las demás, absolutamente recomendable.

martes, 15 de marzo de 2011

Ariane (Love in the afternoon)





Posiblemente “Ariane” (“Love in the Afternoon”) no sea una de las más recordadas películas de Billy Wilder, pero es igualmente encantadora, contiene la esencia pura del romanticismo clásico, el irrepetible resplandor de Audrey Hepburn y el galante ocaso de Gary Cooper. Y eso, la hace única y fabulosa.

Planteada por Wilder como la comedia romántica que uniría a Cary Grant y Audrey Hepburn, “Ariane” acabó siendo una de las últimas obras en las que Cooper seduciría en la gran pantalla. Los problemas de agenda impidieron, una y otra vez, a Cary Grant trabajar con Billy Wilder, privándonos de una unión artística que evidentemente, hubiese dado sus excelentes resultados.
Con o sin Grant y viendo hoy por hoy “Ariane”, la presencia de Gary Cooper no deja de ser imponente, elegante, distinguida y convincente, en definitiva, la de un galán clásico. No dudamos que Hepburn, a pesar de la diferencia de edad que le separaba de Gary Cooper, pudiese enamorarse de él en la gran pantalla.

Sin embargo, “Ariane” fue criticada en su día por este hecho, y ni siquiera el actor de “Solo ante el peligro” estaba demasiado convencido de, a sus 56 años, poder ponerse en la piel de un gigoló internacional. La crítica fue dura, a pesar de que Wilder rodó los primeros planos del veterano actor con un ligero difuminado para suavizar sus arrugas.

“Ariane” seguía la estela comenzada con “Sabrina” que tan bien funcionó a la pareja Wilder-Hepburn. El primero, al igual que Wyler, Donen o muchos otros, supo sacar el máximo partido a la etérea y dulce presencia de la actriz belga, que en esta ocasión volvía a enamorar con su papel de tímida pero decidida joven que se enamoraba del hombre “aparentemente” equivocado. Del mismo modo, Hepburn supo sacar un buen partido de los brillantes diálogos de Wilder y Diamond (en la primera colaboración entre ambos guionistas, que tantas obras maestras crearon), de su distinguida puesta en escena y sus perfectas historias románticas del austriaco, para crecer como la actriz que fue y como la mítica estrella en que se convirtió.

Con el título original de “Love in the afternoon” que hacía alusión al momento del día reservado para el encuentro entre sus protagonistas (en una habitación de hotel en donde la imaginación del espectador hacía el resto...), “Ariane” nos situaba en su comienzo y con pericia y mucho humor, en la ciudad del amor, en París, para presentarnos al investigador privado, Claude Chavasse (Maurice Chevalier), que hacía de las infidelidades ajenas su trabajo. Uno de esos casos le lleva a espiar a Frank Flannagan (Gary Cooper), un empresario trotamundos que era, a su vez, un mujeriego de prestigio internacional. La hija de Chavasse, Ariane (Hepburn), coincidirá con Flannagan y se enamorará perdidamente de él.

Rodada en blanco y negro, en 1957, entre “El héroe solitario” y “Testigo de Cargo”, “Ariane” es una de las grandes historias románticas de Billy Wilder. En ella encontramos esa mezcla idónea de romanticismo y humor, digna del mejor heredero de Lubitsch. La presencia de Maurice Chevalier, otorga, con clase, el toque francés a la cinta, hay situaciones que se repiten con un motivo cómico, algo muy común en el cine de Wilder, como la del perro que ladra en malentendidos o los músicos gitanos que acompañan a Flannagan en todo momento, y detalles de guión que solo la pareja I.A.L Diamond y Wilder sabían crear. Es delicioso oír a Hepburn pronunciar “Papá” a Maurice Chevalier, ver de nuevo, la decoración de interiores de Alexander Trauner y deleitarnos con un final “de película” tan propio del cine clásico.

Una preciosa obra, a reivindicar dentro de la completísima carrera de Billy Wilder, que fue injustamente tratada en su momento, únicamente por presentarnos a un mujeriego con la edad de Gary Cooper, en una época en la que un libertino seductor no debía tener cerca de 60 años. “Ariane”, Hepburn, Cooper, Wilder, Diamond, Trauner, etc, son nombres y apellidos con los que se puede escribir la historia del cine. Recuperenla si no lo han hecho todavía.

viernes, 11 de marzo de 2011

...con diamantes


Breakfast at Tiffany's (Desayuno con diamantes en España) es una famosa película estadounidense del género comedia, rodada en 1961 y dirigida por Blake Edwards. Protagonizada por Audrey Hepburn y George Peppard, contó con un reparto de actores secundarios que incluía a Patricia Neal, Martin Balsam, Mickey Rooney y José Luis de Vilallonga. La película es una adaptación bastante libre de la novela del mismo título de Truman Capote.
La banda sonora fue compuesta por Henry Mancini, y en ella que se encuentra la famosa canción Moon River, con letra de Johnny Mercer.

En 1961 la película ganó dos premios Óscar en las categorías Mejor banda sonora y Mejor canción.
En ella, Holly (Audrey Hepburn) es una joven de la clase media neoyorkina que va de fiesta en fiesta con el fin de encontrar a un hombre rico que mantenga su ritmo de vida económicamente, siendo su mayor interés la tienda de joyas Tiffany's de la Quinta Avenida. Su vida cambiará cuando conozca a Paul (George Peppard), un escritor mantenido por su amante rica y algo mayor que él (Patricia Neal) que se mudará a un apartamento en el mismo bloque que ella.

Desayuno...


... con Audrey mañana... ¿Te imaginas desayunarse disfrutando de su cara? ¿Existen mujeres así o pertenecen a una época que no pude ni conocer?
Pero es imposible, es un sueño, murió en 1993 dejándonos para siempre su eterna sonrisa brillando en nuestros corazones.

sábado, 5 de marzo de 2011




Sabrina es una película dirigida por Billy Wilder en el año 1954. Es la adaptación de la obra de teatro Sabrina Fair, escrita por Samuel Taylor, y protagonizada por Audrey Hepburn, Humphrey Bogart y William Holden. Estuvo nominada a seis Oscar, entre los que estaban al mejor director, a la mejor actriz principal (Hepburn) y al mejor guión adaptado, pero finalmente solo ganaría el de mejor vestuario.


Argumento

Sabrina (Audrey Hepburn) es la hija del chófer. Desde lo alto del garaje, Sabrina ve cómo los Larrabee viven una vida de fiestas y lujo. Es una jovencita enamorada del hijo pequeño, David (William Holden). Por despecho intenta suicidarse, pero la llegada del hijo mayor, Linus, lo impide. Deciden enviar a Sabrina a París a una escuela de cocina, para que olvide y se forme. Y al cabo de un tiempo vuelve y lo hace convertida en una joven elegante y guapa que no sólo consigue llamar la atención de David...


Durante la película las relaciones entre Bogart y el resto del reparto fueron bastante tensas. Bogart aceptó ese papel porque su agente le convenció de que debía participar en una comedia, para mitigar la imagen de duro que tenía.[cita requerida] En cambio, la relación entre Hepburn y Holden fue excelente durante todo el rodaje.[cita requerida] La película tuvo una remake en 1995, dirigida por Sydney Pollack, con Julia Ormond como Sabrina, Greg Kinnear como David y Harrison Ford como Linus.


El maestro Wilder demuestra en ella su absoluto dominio de los resortes de la comedia clásica. Esta maravilla.... destila elegancia en cada secuencia y es, sin duda, una incontestable y deliciosa obra maestra, amén de una de las más encantadoras y elegantes comedias romántica de la historia del cine.

viernes, 4 de marzo de 2011

Guerra y Paz


Guerra y paz es una película basada en la novela homónima (Voina i mir) de León Tolstói. Obtuvo tres candidaturas a los Óscar y un Globo de Oro.

A principios del siglo XIX la gran nobleza rusa que deja transcurrir su vida a lo largo de interminables actos sociales que tienen como escenario los lujosos salones de las mansiones y palacios de San Petersburgo contempla con una mezcla de admiración y malsana curiosidad la fulgurante carrera de Napoleón. Para ellos, que han adoptado el francés como el idioma de la alta sociedad y que coquetean, siempre bajo la mirada del zar todopoderoso y protector, con las ideas liberales surgidas al calor de la ilustración, Napoleón es un símbolo del progreso, un eco de esa transgresión que ellos mismos querrían protagonizar. Sin embargo, las frágiles alianzas que definen la política exterior de la época llevan a Rusia a situarse junto a los enemigos de Francia. Empieza así una larga guerra que pondrá a prueba el valor, los sentimientos y la lealtad de esos nobles de vida ociosa.
La gran novela de León Tolstói, o al menos su espectacularidad, sirve de base y de principal atractivo a una superproducción rodada, como otras tantas de las grandes películas de los cincuenta, en los fabulosos decorados de Cinecittà. Aparatosa y deslumbrante por momentos, la versión americana de Guerra y paz resulta, sin embargo, plana y desapasionada, simplista y superficial en su acercamiento al original literario, hasta el punto que no llega a rozar la espiritualidad y las tremendas dudas que asolan a sus protagonistas. En suma, se trata de una adaptación grandilocuente y hueca y sobre todo muy por debajo de la magnífica adaptación que diez años después llevase a cabo el cine soviético de la mano de Sergei Bondarchuk, quien, sin renunciar a las grandes batallas de Borodino, Austerlitz y Moscú, sí supo captar y transmitir el carácter atormentado y romántico de sus personajes.
Ficha técnica

Dirección King Vidor
King Vidor
Fotografía
Jack Cardiff

Roma ciudad etgerna... más que nunca




Gregory Peck decía que, cada vez que le enviaban el guión de una comedia, tenía la impresión de que Cary Grant lo había rechazado previamente. Y fue eso precisamente lo que sucedió con Vacaciones en Roma. Grant consideraba que la protagonista absoluta del film sería la actriz que interpretara a la princesa Ann –actriz que estaba por determinar– y su partenaire masculino sería una mera comparsa.

A pesar de que estaba en lo cierto, Peck aceptó el papel. Lo que no podía predecir este actor era que la princesa sería la debutante, al menos en Hollywood, Audrey Hepburn. Sin embargo, un actor con el talento y la generosidad de Peck, no tuvo más que reconocer que el estrellato de Audrey Hepburn era imparable, y que era absurdo destacar su nombre sobre el de la actriz en el cartel que promocionaba la película.
De hecho, pidió que se les pusiera al mismo nivel y anunció que ese año ella ganaría el Oscar a la mejor actriz. Y no se equivocó. Audrey Hepburn no era la primera opción de William Wyler.
En realidad, el director había pensado en Elizabeth Taylor o Jean Simmons, pero ambas actrices estaban inmersas en otros proyectos.
La experiencia de Hepburn en Estados Unidos se limitaba a la interpretación de Gigi en Broadway, por lo que la actriz tuvo que pasar la prueba de rigor en la que se adivinaba que había nacido una estrella.

Audrey Hepburn era diferente: una elegancia innata, un físico algo andrógino y, a la vez, sumamente femenino, y una sencillez que percibíamos verdadera y cercana, alejada del estereotipo hollywoodiense. Sin duda, ella es la protagonista de Vacaciones en Roma, pero a partir de esta primera película su sola presencia iluminaría la pantalla de todos los largometrajes en que apareciera.
Por supuesto, la compañía de un actor sobrio como Gregory Peck ayuda sobremanera en beneficio de la película. William Wyler demostró que era capaz (tal vez, «eficiente» es el adjetivo que mejor define la labor cinematográfica de este realizador) de dirigir una comedia romántica, con las dosis justas de humor y romanticismo. El resto de personajes están perfectamente encarnados, sobre todo, Eddie Albert como fotógrafo vividor. Sin embargo, es la ciudad de Roma la que alcanza un protagonismo digno del tándem Peck/Hepburn.
Ciertamente, Roma nunca ha sido tan ciudad eterna como en esta película.

miércoles, 2 de marzo de 2011

La boca de la verdad




Y como, quien miente, pierde la mano al introducirla en la boca.
Vacaciones en Roma (Roman Holiday) es una película dirigida por Willyam Wyler. El film ganó tres Oscar, a la mejor actriz principal (Audrey Hepburn), a la mejor narración para el cine, y al mejor vestuario, y obtuvo otras siete candidaturas, a la mejor película, al mejor director, al mejor actor de reparto (Eddie Albert), al mejor guión original, a la mejor dirección artística, a la mejor fotografía, y al mejor montaje. Este film catapultó a Audrey Hepburn a la fama, la química establecida entre Peck, Albert y la protagonista es tan evidente que se plasma en este film el encanto de las relaciones humanas simples, felices y sencillas que genera la personalidad fresca, rebosante y espontánea de la protagonista.

La princesa Anna (Audrey Hepburn) en visita oficial, cansada de sus obligaciones y de la soledad de su mundo real, decide escaparse durante la noche y vivir la vida de un ser común y corriente, sin formulismos ni pantallas sociales. Se queda dormida en la calle y es recogida por un americano quien la lleva a su apartamento y la acuesta en su propia cama. El americano resulta ser un periodista llamado Joe Bradley (Gregory Peck), quien se ofrece a hacer de guía para ella en Roma. En un principio, el principal interés de Bradley al reconocerla como la princesa que es, es conseguir una exclusiva de 5000 dólares sobre sus vivencias en su momento sabático, pero sin que ella se dé cuenta y para ello hace que su amigo y fotógrafo le saque fotos a escondidas para después publicarlas y hacerse famoso. Ella está encantada por conocer la ciudad como una persona más. Durante el día que pasan juntos, se divierten, pasan bochornos en la vía pública, van a una fiesta nocturna, surge algo entre ellos hasta que descubren que se han enamorado. Cuando la ausencia de la princesa ya no se puede prolongar surge el conflicto entre el deber y los sentimientos y la princesa debe tomar una dura decisión. Ella se despide de Bradley diciendo que jamás olvidará esos momentos y se besan apasionadamente como despedida final. Bradley decide no publicar las fotos como una forma de respetar la privacidad y los sentimientos albergados mutuamente y en una recepción oficial de la princesa Anna a la prensa, Bradley y su amigo concurren y le pasan las fotos a la princesa quien agradece la confidencialidad y ella devuelve la mirada de amor a Bradley y una hermosa sonrisa, para despedirse en silencio.
La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?, diría Rubén Darío.
Deliciosa película dirigida por William Wyler, quintaesencia del cine romántico. La historia viene a ser una Cenicienta al revés. La princesa Ana se halla de viaje por diversos países europeos. Su último destino es Roma, donde debe atender sus deberes principescos. Lo que supone atarse a un rígido protocolo. Pero una noche, alojada en su palacio, oye la música, ve a la gente sencilla divertirse, y toma una audaz decisión: salir a la calle, convertirse en una persona normal. Su encuentro con Joe Bradley, periodista, le permite pasar un día de ensueño: tomar "gelatti", pasear por la ciudad eterna en Vespa, acudir a una verbena. Lo que la princesa no sospecha es que Joe, en complicidad con el fotógrafo Irving, está preparando un reportaje sobre tan particular jornada de la princesa.

Desde Una chica angelical, Wyler no había abordado otra comedia romántica. El guión lo firman Ian McLellan Hunter y John Dighton, pero en la historia intervino también Dalton Trumbo, entonces en la lista negra de la tristemente célebre "caza de brujas" (su crédito por el film sólo lo recibió años más tarde). El film es una delicia, con escenas memorables. La más significativa es la de la visita a "la boca de la verdad": Joe explica a Ana, que si uno mete la mano dentro y dice una mentira, la boca se la traga. Gregory Peck en esta escena hizo algo que Audrey Hepburn no sabía que iba a hacer: al retirar la mano de la boca, se la recogió en la manga, con lo que parecía que, ciertamente, el maleficio se había cumplido. El rostro de sorpresa de Hepburn es auténtico, y el momento, verdaderamente mágico, quedó recogido para siempre en el celuloide.

Aunque Hepburn había actuado en algún film como Oro en barras. Gregory Peck le dio perfecta réplica, en un papel que habían rechazado otros actores como Cary Grant, sabedores de que la protagonista era la reina de la función. A Peck no le importó el riesgo de ser eclipsado. El tercero en discordia es un actor a quien se vio siempre en papeles secundarios, Eddie Albert, que compone al entrañable fotógrafo.

martes, 1 de marzo de 2011

Cómo robar un millón...











...es una película atípica. Es cierto que su temática es muy propia del cine que se estaba haciendo a mediados de los 60, pero tiene algo de joya perdida: las filmografías de Wyler la pasan por encima, no es una de las películas más conocidas de Audrey Hepburn y, en el caso de O'Toole, es casi como si no la hubiese hecho. El reparto de secundarios es tan brillante que no se sabe por quién empezar (el hilarante Moustache, Jacques Marin, Charles Boyer...), pero rara vez aparece mencionado en las fichas del filme.




El argumento es ingenioso: Nicole Bonnet (Audrey Hepburn) es la hija de un acaudalado falsificador de arte (Hugh Griffith) que vive cómodamente en París. Sus falsos cuadros se venden por cantidades astronómicas en todas las subastas especializadas. Cuando un museo de la ciudad le pide que ceda la Venus de Cellini (de la que es propietario) para una exposición, accede. Después de todo, también es una obra falsa, una escultura tallada por su abuelo. El problema se presenta cuando el museo asegura la obra y anuncia que, como mero trámite, la hará examinar por un buen perito. Si es así, la tapadera del señor Bonnet desaparecerá y su reputación como coleccionista de arte también. Alguien debe robar la Venus antes de que sea estudiada. Nicole convence a Simon Dermott (Peter O'Toole), a quien cree un experto ladrón. En realidad, Simon es un experto en arte que trataba de desenmascarar a Bonnet, pero accede a regañadientes porque está enamorado de Nicole. Planea el robo con una astucia digna de mejor causa y la pareja se lleva la Venus falsa, no sin provocar el desconcierto más absoluto entre los guardias del museo. La escultura termina en manos de un codicioso millonario norteamericano, interpretado por Eli Wallach, y la carrera del señor Bonnet acaba... o eso parece.


Agradable, pero sin sustancia. La trama es divertidísima, la pareja protagonista se compenetra a la perfección (Peter O'Toole borda su papel con numerosos guiños a Cary Grant), el suspense, la comedia y el romanticismo están equilibrados con gusto, la comicidad está presente desde el principio hasta el final y el conjunto es tan elegante como entretenido. La impronta del director está muy clara: Cómo robar un millón es una comedia, pero una comedia a lo Wyler, pausada. El ya veterano regidor estaba terminando su carrera pero aún tenía necesidad de experimentar, de probar cosas.




Cuando William Wyler aceptó dirigir Cómo robar un millón en 1965, ya no tenía necesidad de demostrar nada. Llevaba en el oficio treinta años, había ganado tres Oscar y había llevado a buen puerto películas de la talla de Vacaciones en Roma (1953, con Audrey Hepburn) o Ben Hur (1959), por mencionar sólo dos. Era considerado un cineasta de prestigio, un pionero de los estudios de Hollywood, un maestro. Para Wyler, aceptar Cómo robar un millón no suponía ningún problema... pese a que no estaba especializado en rodar comedias. ¿Quizá fue un reto para él?




La película se emparenta de lejos con otras dos que ya hemos comentado aquí. Tiene puntos en común con Charade y Arabesque, aunque éstas tienen mucho menos de comedia y más de suspense. Cómo robar un millón sí es una comedia, y es ese estilo ligero el que hace que sea encantadora. Además, cuenta con unos cuantos puntos fuertes que la convierten en una belleza visual: exteriores reales en París, Audrey Hepburn con vestuario de Givenchy y lujo, una clase lujo que ya habíamos visto en muchas otras películas de William Wyler y que aquí está muy bien representado por el aspecto más chic de la capital francesa (hoteles caros como el Ritz, maravillosas villas, el último modelo de coche deportivo, la alta sociedad y todo lo que va asociado al glamour más fino).