jueves, 2 de agosto de 2012
La bella y la bestia
Etiquetas:
Audrey Hepburn,
burt lancaster
martes, 17 de julio de 2012
Embarcarse
Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;
Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.
Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,
Y que, al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas ondas del abismo
le tentarán las últimas sirenas.
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;
Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.
Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,
Y que, al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas ondas del abismo
le tentarán las últimas sirenas.
Alcanzar la luna
William Holden y Audrey Hepburn en 'Sabrina' (1954).Bajo los amables aparentes ropajes de un
cuento de hadas, Billy Wilder señala las arenas movedizas de proyectar
el amor como un cuento de hadas. O, lo que es lo mismo, los peligros de
querer alcanzar la luna, porque ésta es una ilusión en la distancia (una
proyección). Son sus reflejos los que hacen sentir algo que es un
espejismo aunque esté trenzado con el peso de una intensidad, que se
hace pesadumbre cuando esa 'luna' no responde.
lunes, 18 de junio de 2012
Belleza intemporal
Los años cincuenta marcaron la edad de oro de la feminidad, del
glamour y de la sensualidad. Una década que puso de manifiesto el mito
de mujer fatal o 'femme fatale' en todo su esplendor! Predominaba la
cintura fina, los escotes realzados, los picardías y los tacones de
aguja.
El maquillaje era obligatorio. Las mujeres lucían, en efecto, u n cutis de ópalo, claro y perlado, cuidado hasta el último detalle así como una tez
matizada con una capa de polvos color carne. En cuanto a la mirada, se
privilegiaron los ojos rasgados realzados con sombra de ojos, un trazo
de eyeliner espeso y gráfico, la máscara y el lápiz de cejas. Los labios
eran incandescentes. Un inconveniente: el colorete dejó en un segundo
plano a los polvos translúcidos. En cuanto a las uñas, se llevaban
largas y rojas.
Las pin-up sexys de siluetas generosas representaron el tipo de belleza de los años cincuenta. Varios iconos ilustraron la belleza de esta época, cada una en su estilo. Grace Kelly encarnó la gracia y la delicadeza, una belleza rubia y fría con un gran poder de seducción. Una belleza que contrastó con la de las morenas míticas e incendiarias como Ava Gardner, Rita Hayworth y Elisabeth Taylor. Marilyn Monroe, otra rubia, aunque esta vez platino, fue el 'sex symbol' de los cincuenta por excelencia. Sin embargo, Audrey Hepburn encarnó, por su parte, la belleza chic e intemporal, un estilo que va a marcar toda una generación de mujeres.
El peinado ocupó un lugar importante durante toda la década, los peinados eran finos y sofisticados. El cabello estaba impecable y el peinado se hacía a diario ¿Cuáles eran los looks estrella? El cabello cardado se recogía en un moño, los rizos se esculpían y la coleta se llevaba alta. Los años 50 marcaron también el boom de las coloraciones.
TOLOCHENAZ: El último refugio de Hepburn
Los campos extienden su verde hasta el
horizonte, mientras un viento suave apenas mueve las hojas de los
viñedos que endulzan el paisaje. Cada tanto, algún vehículo aparece por
caminos estrechos para irrumpir este escenario casi estático. Con una
población de poco más de 1700 habitantes, Tolochenaz podría pasar
desapercibida en el mapa de Suiza, si no fuera porque su encanto la
convirtió en el refugio elegido por la legendaria Audrey Hepburn para
vivir sus últimos 30 años.
"Nada malo puede pasarte allí dentro. Si pudiera
encontrar un lugar en la vida real que me hiciera sentir como en
Tiffany's, entonces... compraría algunos muebles y le pondría un nombre
al gato", aseguraba el personaje de Holly Golightly, que interpretó en
la película Desayuno en Tiffany's . Y aquel deseo de la
inolvidable Holly, Audrey Hepburn lo encontró en un pueblo de 1,58 km2,
en el distrito de Morges, junto a los Alpes y el lago Lemán.
La mayoría de los visitantes que llegan hasta
Tolochenaz lo hace en una excursión de un día y con un propósito claro:
conocer el misterioso lugar que atrajo a la mujer que se convirtió en el
ícono de elegancia y estilo del siglo XX. Un pueblo muy pequeño, un
mercado para comprar lo necesario y una vida simple, que en su caso se
combinaba para equilibrar la frenética rutina de los sets, flashes y
glamour.
Tres estaciones
Aunque Audrey nació en la ciudad belga de Ixelles,
residió gran parte de su vida en Suiza. En un principio, junto a su
primer marido, Mel Ferrer, vivió 10 años en Villa Bethania, en un cantón
suizo de habla alemana. Luego, cuando necesitó buscar colegio para
Sean, el hijo que tuvieron juntos, decidieron comprar una casa de campo a
media hora del aeropuerto de Ginebra. Así fue como llegó a Tolochenaz,
perteneciente al cantón de Vaud, donde se habla francés, para
convertirlo en su lugar en el mundo.
Para entonces, ya ganadora de un Oscar a la mejor actriz por su trabajo en Vacaciones en Roma (también conocida como La princesa que quería vivir
), las obligaciones laborales la llevaban a viajar por Europa y Estados
Unidos. Precisamente, poco después de mudarse a su mansión (La
Paisible), debió viajar a París para rodar C ómo robar un millón
, film protagonizado con Peter O' Toole. Y en pleno apogeo de su
carrera cinematográfica siempre volvía a Suiza para rodearse de sus
vecinos, en su mayoría agricultores, y descansar lejos de los flashes
que perseguían por aquel entonces a las estrellas de Hollywood.
La Paisible fue testigo de los momentos más felices y
más tristes de su vida: la separación de Mel Ferrer, su nuevo matrimonio
con Andrea Dotti, el nacimiento de su segundo hijo, Luca; otra vez la
desilusión de una pareja que no funcionó y la llegada de un último
compañero, Robert Wolder, que estuvo a su lado hasta el día de su
muerte, en la cama de su refugio, a sus tempranos 63 años.
Aunque en la actualidad la mansión es propiedad privada
y no se puede visitar, son muchos los admiradores que peregrinan hasta
allí para conocerla al menos por fuera. En una esquina, inconfundible,
se encuentra esta construcción de piedra, con su portón blanco y rodeada
de calles breves, que se van entremezclando casi sin veredas. A metros
de la casa hay dos sitios más para visitar: un pabellón hecho en su
memoria, hoy abandonado, y el lugar donde descansan sus restos, para
quedarse allí algunos minutos a contemplar el silencio y los campos
infinitos.
El cementerio de Tolochenaz se encuentra sobre una
colina y es un espacio a cielo abierto. Está cercado por rejas y en su
interior llegan a contarse un poco menos de 80 tumbas. Para arribar
hasta aquí se debe seguir por la misma calle de La Paisible y antes de
llegar a Chemin des Plantées, subir por una escalera hacia un portón
que, aunque parezca trabado, se puede abrir y pasar.
La cruz que lleva el nombre de Audrey Hepburn se
distingue con gran facilidad porque siempre está rodeada de flores
coloridas. Cada año son miles los seguidores de todas las nacionalidades
que se acercan hasta este sitio, desde donde es posible divisar los
Alpes, el lago y la mansión, a apenas 500 metros.
Por último cabe destacar que existió un museo que
lamentablemente fue cerrado en 2002 por decisión de sus dos hijos, Sean
Ferrer y Luca Dotti, que no quisieron que se lucrara con la imagen de su
madre. El Audrey Hepburn Pavilion, donde se exponían, entre otras
cosas, fotografías, carteles cinematográficos, el vestido de Givenchy
que lució en Desayuno en Tiffany's , su Oscar y documentos
sobre su trabajo como embajadora especial de Unicef, es hoy un espacio
vacío y abandonado, para decepción de sus seguidores. De todas formas,
los turistas pasan a verlo porque aún conserva en su entrada un busto
con la imagen de Hepburn que sirve como la foto consuelo para quienes
viajan hasta allí.
Es importante tener en cuenta que, en el caso de
programar un viaje en auto desde otra ciudad europea o desde alguna
localidad vecina, las rutas en Suiza requieren el uso de un sticker. La
validez del mismo es de un año, de enero a diciembre; se compra en unos
puestos del paso fronterizo y se debe llevar pegado en el parabrisas. El
uso del sticker es obligatorio para todo automóvil que circule por las
rutas suizas y su costo es de CHF 40, que equivalen a 190 pesos
argentinos.
Tributo a Audrey
Por supuesto que una de las mujeres más hermosas de
todos los tiempos no cayó en el olvido de su pueblo adoptivo.
Actualmente, en el distrito de Morges, dos exhibiciones abiertas al
público le brindan homenaje. Hasta el 25 de noviembre, en el museo
Alexis Forel se puede visitar Roma, París, New York? A Star's Journey , con documentos inéditos que invitan a realizar un viaje a través de sus películas, desde Vacaciones en Roma hasta Wait until dark.
La segunda muestra, con el título Primer plano de una mujer excepcional
, es móvil e irá recorriendo, durante este año, varios puntos del
distrito. La exhibición cuenta con una serie de retratos de Audrey, un
documental sobre la relación que la unió a la zona de Morges, entre
otros homenajes, y su presentación ya está en marcha en la Fundación
Morges Bolle hasta el 26 de agosto. Luego pasará por Château Isle, del 7
al 30 de septiembre, y cerrará su gira en el Château Aubonne, del 5 al
28 de octubre.
El último refugio de Hepburn
Junto al lago Lemán y los Alpes, el
pueblo elegido por la mítica actriz para alejarse de los flashes hoy
recibe a legiones de admiradores.
sábado, 16 de junio de 2012
¿Café o descafeinado?
La verdad es que me da igual con tal de que sea con Audrey
Hepburn, alegre, dulce, elegante, adorable, encantadora, preciosa,...
perfecta, vamos, simplemente Audrey.
Quién no se enamoraría de esa mujer que rebosa frescura con esa naturalidad por todos los poros de su cuerpo.
Audrey Hepburn borda el papel, en este caso de chica algo alocada y descuidada, pero no tiene quién le acompañe.
Quién no se enamoraría de esa mujer que rebosa frescura con esa naturalidad por todos los poros de su cuerpo.
Audrey Hepburn borda el papel, en este caso de chica algo alocada y descuidada, pero no tiene quién le acompañe.
Inolvidable desayuno
Si tuviera que decir varias películas que definieran lo que es la magia
del cine, una de ellas sin duda sería 'Desayuno con diamantes'. Una
maravillosa película que comienza con la mítica escena de la preciosa y
bella Audrey Hepburn desayunando frente a un escaparate de Tiffany’s.
Son tantas cosas que recuerdo de este film que solo voy a mencionar
algunas, como por ejemplo a Hepburn cantando la letra de Johnny Mercer
acompañada de las inolvidables notas de Henry Mancini, a un gato
empapado y un beso bajo la lluvia.
El magnífico guión de George Axelrod se basa literalmente en la popular novela del mismo título de Truman Capote, claro exponente de la novela negra y autor de obras maestras como “A sangre fría”. El director Blake Edwards, poco conocido hasta entonces, había realizado más de media docena de películas, pero fue con 'Desayuno con diamantes' con la que alcanzó la fama. Sin embargo la actriz belga Audrey Hepburn, obtuvo su cuarta nominación de su carrera por interpretar a Holly Golightly, una joven guapa, presumida y elegante que lleva una vida alegre y despreocupada. Y por último, decir que Henry Mancini compuso la música de “Moon River” expresamente para Hepburn.
Una comedia romántica perfecta, exquisita y deliciosa, que ya es todo un clásico, interpretada por una impresionante Audrey Hepburn y un apuesto y distinguido George Peppard. Sencillamente inolvidable.
El magnífico guión de George Axelrod se basa literalmente en la popular novela del mismo título de Truman Capote, claro exponente de la novela negra y autor de obras maestras como “A sangre fría”. El director Blake Edwards, poco conocido hasta entonces, había realizado más de media docena de películas, pero fue con 'Desayuno con diamantes' con la que alcanzó la fama. Sin embargo la actriz belga Audrey Hepburn, obtuvo su cuarta nominación de su carrera por interpretar a Holly Golightly, una joven guapa, presumida y elegante que lleva una vida alegre y despreocupada. Y por último, decir que Henry Mancini compuso la música de “Moon River” expresamente para Hepburn.
Una comedia romántica perfecta, exquisita y deliciosa, que ya es todo un clásico, interpretada por una impresionante Audrey Hepburn y un apuesto y distinguido George Peppard. Sencillamente inolvidable.
sábado, 24 de marzo de 2012
Hepburn-Willoughby, amor platónico tras el objetivo
Audrey Hepburn fue una de las musas del cine de Hollywood. Pero no fue siempre conocida. Recién llegada a la meca del cine, Hepburn era una aspirante más. No obstante, en 1953 un fotógrafo de celebrities y actrices, Bob Willoughby, se dio cuenta de que Audrey Hepburn no era cualquier actriz del montón.
El fotógrafo cayó rendido a sus pies y, desde entonces, se convirtió en su amigo y, ella, en su amor platónico. Para Willoughby, Hepburn era su modelo preferida, a la que siempre quería retratar.
Además de instantáneas para temas profesionales, Willoughby se convirtió en testigo de la vida de Audrey Hepburn, fotografiando incluso momentos privados de su día a día.
La historia de amor platónico que reflejan esas fotografías está disponible ahora en un libro que la editorial Taschen lanza por 50 euros, tras la edición coleccionista de tan sólo mil ejemplares que, con un precio de 750 euros, ya se publicó con anterioridad.
El fotógrafo cayó rendido a sus pies y, desde entonces, se convirtió en su amigo y, ella, en su amor platónico. Para Willoughby, Hepburn era su modelo preferida, a la que siempre quería retratar.
Además de instantáneas para temas profesionales, Willoughby se convirtió en testigo de la vida de Audrey Hepburn, fotografiando incluso momentos privados de su día a día.
La historia de amor platónico que reflejan esas fotografías está disponible ahora en un libro que la editorial Taschen lanza por 50 euros, tras la edición coleccionista de tan sólo mil ejemplares que, con un precio de 750 euros, ya se publicó con anterioridad.
Un mito no tan mítico
El pasado año 2011 fué el 50 aniversario de
"Desayuno con diamantes". Una efeméride que hizo correr ríos de
tinta y generó todo tipo de celebraciones, incluidas
multitudinarias quedadas frente a la joyería Tiffany's de la Quinta
Avenida neoyorquina para desayunar admirando su escaparate, como hacía
esa pizpireta Holly Golightly a la que daba vida con su habitual
magnetismo Audrey Hepburn.
Para empezar, debo decir que nunca ha entendido el aura mítica que rodea esta película. Me parece una agradable comedia romántica, bien interpretada y correctamente dirigida. Nada menos, pero tampoco nada más. Ni Blake Edwards inventó con ella la pólvora ni siquiera es la mejor película de su filmografía: cualquier comparación con "Días de vino y rosas", "El guateque" o, incluso, "La pantera rosa" es más que desazonadora para "Desayuno con diamantes".
Es verdad que Hepburn rezuma encanto, aunque su personaje queda muy diluido respecto al que dibujó en el relato original Truman Capote, una prostituta con muy pocos escrúpulos y muchas ambiciones que en la pantalla se reconvierte en una ingenua soñadora algo casquivana. Es verdad que Mickey Rooney está genial como el cascarrabias vecino japonés de los protagonistas. Es verdad que George Peppard tenía muy buena planta. Es verdad que la banda sonora de Henry Mancini es maravillosa e inmortal. Y es verdad que el retrato de Nueva York es bastante fidedigno. Pero también es verdad que al conjunto le falta ese nosequé especial, ese queseyó mágico, ese intangible que diferencia una buena película (que hay muchas) de una obra maestra (que hay muchas menos).
Y, ya que he hablado de Truman Capote, me gustaría aprovechar para recordar la que es, para mí, la mejor adaptación al cine de uno de sus textos: “A sangre fría”, realizada en 1967 por ese gran director, nunca suficientemente valorado, que era Richard Brooks. Una película tremenda, en cualquier sentido, cuyo visionado debería ser obligatorio para todos los que apoyan la pena de muerte, sea en el país que sea.
En un blanco y negro casi expresionista, Brooks , sin empatizar con los dos asesinos condenados a muerte ni justificarles (la cruda y minuciosa reconstrucción de sus “hazañas” consigue que el espectador les aborrezca, merecidamente), se posiciona en contra de esa venganza legal que es la pena de muerte, presentando el proceso y la ejecución como unos actos tan salvajes y brutales como los propios asesinatos. De hecho, peores, pues se llevan a cabo con la máxima frialdad y bajo el amparo del presunto bienestar de la sociedad.
Quizá “A sangre fría” no transmite tanta alegría de vivir como “Desayuno con diamantes” ni es “tan bonita”, pero sí contiene ese algo que la convierte en una obra maestra...
Para empezar, debo decir que nunca ha entendido el aura mítica que rodea esta película. Me parece una agradable comedia romántica, bien interpretada y correctamente dirigida. Nada menos, pero tampoco nada más. Ni Blake Edwards inventó con ella la pólvora ni siquiera es la mejor película de su filmografía: cualquier comparación con "Días de vino y rosas", "El guateque" o, incluso, "La pantera rosa" es más que desazonadora para "Desayuno con diamantes".
Es verdad que Hepburn rezuma encanto, aunque su personaje queda muy diluido respecto al que dibujó en el relato original Truman Capote, una prostituta con muy pocos escrúpulos y muchas ambiciones que en la pantalla se reconvierte en una ingenua soñadora algo casquivana. Es verdad que Mickey Rooney está genial como el cascarrabias vecino japonés de los protagonistas. Es verdad que George Peppard tenía muy buena planta. Es verdad que la banda sonora de Henry Mancini es maravillosa e inmortal. Y es verdad que el retrato de Nueva York es bastante fidedigno. Pero también es verdad que al conjunto le falta ese nosequé especial, ese queseyó mágico, ese intangible que diferencia una buena película (que hay muchas) de una obra maestra (que hay muchas menos).
Y, ya que he hablado de Truman Capote, me gustaría aprovechar para recordar la que es, para mí, la mejor adaptación al cine de uno de sus textos: “A sangre fría”, realizada en 1967 por ese gran director, nunca suficientemente valorado, que era Richard Brooks. Una película tremenda, en cualquier sentido, cuyo visionado debería ser obligatorio para todos los que apoyan la pena de muerte, sea en el país que sea.
En un blanco y negro casi expresionista, Brooks , sin empatizar con los dos asesinos condenados a muerte ni justificarles (la cruda y minuciosa reconstrucción de sus “hazañas” consigue que el espectador les aborrezca, merecidamente), se posiciona en contra de esa venganza legal que es la pena de muerte, presentando el proceso y la ejecución como unos actos tan salvajes y brutales como los propios asesinatos. De hecho, peores, pues se llevan a cabo con la máxima frialdad y bajo el amparo del presunto bienestar de la sociedad.
Quizá “A sangre fría” no transmite tanta alegría de vivir como “Desayuno con diamantes” ni es “tan bonita”, pero sí contiene ese algo que la convierte en una obra maestra...
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