lunes, 18 de junio de 2012

Belleza intemporal

Los años cincuenta marcaron la edad de oro de la feminidad, del glamour y de la sensualidad. Una década que puso de manifiesto el mito de mujer fatal o 'femme fatale' en todo su esplendor! Predominaba la cintura fina, los escotes realzados, los picardías y los tacones de aguja.

El maquillaje era obligatorio. Las mujeres lucían, en efecto, u n cutis de ópalo, claro y perlado, cuidado hasta el último detalle así como una tez matizada con una capa de polvos color carne. En cuanto a la mirada, se privilegiaron los ojos rasgados realzados con sombra de ojos, un trazo de eyeliner espeso y gráfico, la máscara y el lápiz de cejas. Los labios eran incandescentes. Un inconveniente: el colorete dejó en un segundo plano a los polvos translúcidos. En cuanto a las uñas, se llevaban largas y rojas.

Las pin-up sexys de siluetas generosas representaron el tipo de belleza de los años cincuenta. Varios iconos ilustraron la belleza de esta época, cada una en su estilo. Grace Kelly encarnó la gracia y la delicadeza, una belleza rubia y fría con un gran poder de seducción. Una belleza que contrastó con la de las morenas míticas e incendiarias como Ava Gardner, Rita Hayworth y Elisabeth Taylor. Marilyn Monroe, otra rubia, aunque esta vez platino, fue el 'sex symbol' de los cincuenta por excelencia. Sin embargo, Audrey Hepburn encarnó, por su parte, la belleza chic e intemporal, un estilo que va a marcar toda una generación de mujeres.

El peinado ocupó un lugar importante durante toda la década, los peinados eran finos y sofisticados. El cabello estaba impecable y el peinado se hacía a diario ¿Cuáles eran los looks estrella? El cabello cardado se recogía en un moño, los rizos se esculpían y la coleta se llevaba alta. Los años 50 marcaron también el boom de las coloraciones.

TOLOCHENAZ: El último refugio de Hepburn

Los campos extienden su verde hasta el horizonte, mientras un viento suave apenas mueve las hojas de los viñedos que endulzan el paisaje. Cada tanto, algún vehículo aparece por caminos estrechos para irrumpir este escenario casi estático. Con una población de poco más de 1700 habitantes, Tolochenaz podría pasar desapercibida en el mapa de Suiza, si no fuera porque su encanto la convirtió en el refugio elegido por la legendaria Audrey Hepburn para vivir sus últimos 30 años.
"Nada malo puede pasarte allí dentro. Si pudiera encontrar un lugar en la vida real que me hiciera sentir como en Tiffany's, entonces... compraría algunos muebles y le pondría un nombre al gato", aseguraba el personaje de Holly Golightly, que interpretó en la película Desayuno en Tiffany's . Y aquel deseo de la inolvidable Holly, Audrey Hepburn lo encontró en un pueblo de 1,58 km2, en el distrito de Morges, junto a los Alpes y el lago Lemán.
La mayoría de los visitantes que llegan hasta Tolochenaz lo hace en una excursión de un día y con un propósito claro: conocer el misterioso lugar que atrajo a la mujer que se convirtió en el ícono de elegancia y estilo del siglo XX. Un pueblo muy pequeño, un mercado para comprar lo necesario y una vida simple, que en su caso se combinaba para equilibrar la frenética rutina de los sets, flashes y glamour.
Tres estaciones
Aunque Audrey nació en la ciudad belga de Ixelles, residió gran parte de su vida en Suiza. En un principio, junto a su primer marido, Mel Ferrer, vivió 10 años en Villa Bethania, en un cantón suizo de habla alemana. Luego, cuando necesitó buscar colegio para Sean, el hijo que tuvieron juntos, decidieron comprar una casa de campo a media hora del aeropuerto de Ginebra. Así fue como llegó a Tolochenaz, perteneciente al cantón de Vaud, donde se habla francés, para convertirlo en su lugar en el mundo.
Para entonces, ya ganadora de un Oscar a la mejor actriz por su trabajo en Vacaciones en Roma (también conocida como La princesa que quería vivir ), las obligaciones laborales la llevaban a viajar por Europa y Estados Unidos. Precisamente, poco después de mudarse a su mansión (La Paisible), debió viajar a París para rodar C ómo robar un millón , film protagonizado con Peter O' Toole. Y en pleno apogeo de su carrera cinematográfica siempre volvía a Suiza para rodearse de sus vecinos, en su mayoría agricultores, y descansar lejos de los flashes que perseguían por aquel entonces a las estrellas de Hollywood.
La Paisible fue testigo de los momentos más felices y más tristes de su vida: la separación de Mel Ferrer, su nuevo matrimonio con Andrea Dotti, el nacimiento de su segundo hijo, Luca; otra vez la desilusión de una pareja que no funcionó y la llegada de un último compañero, Robert Wolder, que estuvo a su lado hasta el día de su muerte, en la cama de su refugio, a sus tempranos 63 años.
Aunque en la actualidad la mansión es propiedad privada y no se puede visitar, son muchos los admiradores que peregrinan hasta allí para conocerla al menos por fuera. En una esquina, inconfundible, se encuentra esta construcción de piedra, con su portón blanco y rodeada de calles breves, que se van entremezclando casi sin veredas. A metros de la casa hay dos sitios más para visitar: un pabellón hecho en su memoria, hoy abandonado, y el lugar donde descansan sus restos, para quedarse allí algunos minutos a contemplar el silencio y los campos infinitos.
El cementerio de Tolochenaz se encuentra sobre una colina y es un espacio a cielo abierto. Está cercado por rejas y en su interior llegan a contarse un poco menos de 80 tumbas. Para arribar hasta aquí se debe seguir por la misma calle de La Paisible y antes de llegar a Chemin des Plantées, subir por una escalera hacia un portón que, aunque parezca trabado, se puede abrir y pasar.
La cruz que lleva el nombre de Audrey Hepburn se distingue con gran facilidad porque siempre está rodeada de flores coloridas. Cada año son miles los seguidores de todas las nacionalidades que se acercan hasta este sitio, desde donde es posible divisar los Alpes, el lago y la mansión, a apenas 500 metros.
Por último cabe destacar que existió un museo que lamentablemente fue cerrado en 2002 por decisión de sus dos hijos, Sean Ferrer y Luca Dotti, que no quisieron que se lucrara con la imagen de su madre. El Audrey Hepburn Pavilion, donde se exponían, entre otras cosas, fotografías, carteles cinematográficos, el vestido de Givenchy que lució en Desayuno en Tiffany's , su Oscar y documentos sobre su trabajo como embajadora especial de Unicef, es hoy un espacio vacío y abandonado, para decepción de sus seguidores. De todas formas, los turistas pasan a verlo porque aún conserva en su entrada un busto con la imagen de Hepburn que sirve como la foto consuelo para quienes viajan hasta allí.
Es importante tener en cuenta que, en el caso de programar un viaje en auto desde otra ciudad europea o desde alguna localidad vecina, las rutas en Suiza requieren el uso de un sticker. La validez del mismo es de un año, de enero a diciembre; se compra en unos puestos del paso fronterizo y se debe llevar pegado en el parabrisas. El uso del sticker es obligatorio para todo automóvil que circule por las rutas suizas y su costo es de CHF 40, que equivalen a 190 pesos argentinos.
Tributo a Audrey
Por supuesto que una de las mujeres más hermosas de todos los tiempos no cayó en el olvido de su pueblo adoptivo. Actualmente, en el distrito de Morges, dos exhibiciones abiertas al público le brindan homenaje. Hasta el 25 de noviembre, en el museo Alexis Forel se puede visitar Roma, París, New York? A Star's Journey , con documentos inéditos que invitan a realizar un viaje a través de sus películas, desde Vacaciones en Roma hasta Wait until dark.
La segunda muestra, con el título Primer plano de una mujer excepcional , es móvil e irá recorriendo, durante este año, varios puntos del distrito. La exhibición cuenta con una serie de retratos de Audrey, un documental sobre la relación que la unió a la zona de Morges, entre otros homenajes, y su presentación ya está en marcha en la Fundación Morges Bolle hasta el 26 de agosto. Luego pasará por Château Isle, del 7 al 30 de septiembre, y cerrará su gira en el Château Aubonne, del 5 al 28 de octubre.

El último refugio de Hepburn

Junto al lago Lemán y los Alpes, el pueblo elegido por la mítica actriz para alejarse de los flashes hoy recibe a legiones de admiradores.

sábado, 16 de junio de 2012

¿Café o descafeinado?

La verdad es que me da igual con tal de que sea con Audrey Hepburn, alegre, dulce, elegante, adorable, encantadora, preciosa,... perfecta, vamos, simplemente Audrey.

Quién no se enamoraría de esa mujer que rebosa frescura con esa naturalidad por todos los poros de su cuerpo.

Audrey Hepburn borda el papel, en este caso de chica algo alocada y descuidada, pero no tiene quién le acompañe.

Inolvidable desayuno

Si tuviera que decir varias películas que definieran lo que es la magia del cine, una de ellas sin duda sería 'Desayuno con diamantes'. Una maravillosa película que comienza con la mítica escena de la preciosa y bella Audrey Hepburn desayunando frente a un escaparate de Tiffany’s. Son tantas cosas que recuerdo de este film que solo voy a mencionar algunas, como por ejemplo a Hepburn cantando la letra de Johnny Mercer acompañada de las inolvidables notas de Henry Mancini, a un gato empapado y un beso bajo la lluvia.

El magnífico guión de George Axelrod se basa literalmente en la popular novela del mismo título de Truman Capote, claro exponente de la novela negra y autor de obras maestras como “A sangre fría”. El director Blake Edwards, poco conocido hasta entonces, había realizado más de media docena de películas, pero fue con 'Desayuno con diamantes' con la que alcanzó la fama. Sin embargo la actriz belga Audrey Hepburn, obtuvo su cuarta nominación de su carrera por interpretar a Holly Golightly, una joven guapa, presumida y elegante que lleva una vida alegre y despreocupada. Y por último, decir que Henry Mancini compuso la música de “Moon River” expresamente para Hepburn.

Una comedia romántica perfecta, exquisita y deliciosa, que ya es todo un clásico, interpretada por una impresionante Audrey Hepburn y un apuesto y distinguido George Peppard. Sencillamente inolvidable.


sábado, 24 de marzo de 2012

Hepburn-Willoughby, amor platónico tras el objetivo

Audrey Hepburn fue una de las musas del cine de Hollywood. Pero no fue siempre conocida. Recién llegada a la meca del cine, Hepburn era una aspirante más. No obstante, en 1953 un fotógrafo de celebrities y actrices, Bob Willoughby, se dio cuenta de que Audrey Hepburn no era cualquier actriz del montón.

El fotógrafo cayó rendido a sus pies y, desde entonces, se convirtió en su amigo y, ella, en su amor platónico. Para Willoughby, Hepburn era su modelo preferida, a la que siempre quería retratar.

Además de instantáneas para temas profesionales, Willoughby se convirtió en testigo de la vida de Audrey Hepburn, fotografiando incluso momentos privados de su día a día.

La historia de amor platónico que reflejan esas fotografías está disponible ahora en un libro que la editorial Taschen lanza por 50 euros, tras la edición coleccionista de tan sólo mil ejemplares que, con un precio de 750 euros, ya se publicó con anterioridad.

Un mito no tan mítico

El pasado año 2011 fué el 50 aniversario de "Desayuno con diamantes". Una efeméride que hizo correr ríos de tinta y generó todo tipo de celebraciones, incluidas multitudinarias quedadas frente a la joyería Tiffany's de la Quinta Avenida neoyorquina para desayunar admirando su escaparate, como hacía esa pizpireta Holly Golightly a la que daba vida con su habitual magnetismo Audrey Hepburn.
Para empezar, debo decir que nunca ha entendido el aura mítica que rodea esta película. Me parece una agradable comedia romántica, bien interpretada y correctamente dirigida. Nada menos, pero tampoco nada más. Ni Blake Edwards inventó con ella la pólvora ni siquiera es la mejor película de su filmografía: cualquier comparación con "Días de vino y rosas", "El guateque" o, incluso, "La pantera rosa" es más que desazonadora para "Desayuno con diamantes".
Es verdad que Hepburn rezuma encanto, aunque su personaje queda muy diluido respecto al que dibujó en el relato original Truman Capote, una prostituta con muy pocos escrúpulos y muchas ambiciones que en la pantalla se reconvierte en una ingenua soñadora algo casquivana. Es verdad que Mickey Rooney está genial como el cascarrabias vecino japonés de los protagonistas. Es verdad que George Peppard tenía muy buena planta. Es verdad que la banda sonora de Henry Mancini es maravillosa e inmortal. Y es verdad que el retrato de Nueva York es bastante fidedigno. Pero también es verdad que al conjunto le falta ese nosequé especial, ese queseyó mágico, ese intangible que diferencia una buena película (que hay muchas) de una obra maestra (que hay muchas menos).
Y, ya que he hablado de Truman Capote, me gustaría aprovechar para recordar la que es, para mí, la mejor adaptación al cine de uno de sus textos: “A sangre fría”, realizada en 1967 por ese gran director, nunca suficientemente valorado, que era Richard Brooks. Una película tremenda, en cualquier sentido, cuyo visionado debería ser obligatorio para todos los que apoyan la pena de muerte, sea en el país que sea.

En un blanco y negro casi expresionista, Brooks , sin empatizar con los dos asesinos condenados a muerte ni justificarles (la cruda y minuciosa reconstrucción de sus “hazañas” consigue que el espectador les aborrezca, merecidamente), se posiciona en contra de esa venganza legal que es la pena de muerte, presentando el proceso y la ejecución como unos actos tan salvajes y brutales como los propios asesinatos. De hecho, peores, pues se llevan a cabo con la máxima frialdad y bajo el amparo del presunto bienestar de la sociedad.
Quizá “A sangre fría” no transmite tanta alegría de vivir como “Desayuno con diamantes” ni es “tan bonita”, pero sí contiene ese algo que la convierte en una obra maestra...

domingo, 2 de octubre de 2011

Lo que le haría a Audrey


En otra de las secciones de este blog (http://loshermanoslumiere.blogspot.com/2011/10/lo-que-les-haria-las-estrellas.html), ya hemos visto lo que Hitchcock le hubiese hecho a La Garbo:


"Para la Garbo no me molestaría en elaborar mi trama enrevesada de costumbre. Elegiría una historia muy sencilla sobre la vida y el amor y tendría que dirigir lo menos posible, utilizando la cámara meramente como vehículo para la caracterización de la actriz. Cuanto más grande es el artista menos ingenio directorial es necesario".




Estas declaraciones están sacadas del libro Hitchcock por Hitchcock, de Sidney Gottlieb, una especie de biografía depurada.

En ella sólo queda lo espontáneo: lo que Hitchcock dijo o escribió en diferentes momentos de su vida.

Lo de La Garbo, aparece en el capítulo titulado "Lo que les haría a las estrellas", que es una entrevista de 1939, es decir, en el momento justo en el que Hitchcock cerraba su etapa británica y empezaba su carrera en Hollywood. Tenía un futuro ominoso ante sí y todo lo que podía hacer era frotarse las manos como un niño ante una mesa llena de pasteles, sólo que los pasteles en este caso eran los actores y actrices con los que quería trabajar:

Así decía:

"Estoy impaciente por ponerle las manos encima a las estrellas americanas. Algunas de ellas son tan eficaces que será un placer dirigirlas, y hay otras a las que me gustaría mucho desenmascarar. Me gustaría mucho mostrar a la Dietrich chupando una manzana confitada".

¡Toma ya! La Dietrich chupando una manzana... Once años después la dirigiría en Pánico en la escena, pero no me consta que chupara ninguna pieza de fruta.

"Me gustaría tener a Clark Gable en una caracterización mucho más profunda que las que ha interpretado hasta ahora".

¿Gable poco profundo? No sé si Hitchcock había visto Lo que el viento se llevó (1939) cuando dijo esto. De todas formas, nunca llegaron a trabajar juntos.

"Por supuesto, me gustaría dirigir a Gary Cooper. Él también es una actor que se adapta bien a la clase de películas que me gusta hacer. Hay quien dice que Cooper no sabe actuar en absoluto y que debe su atractivo a una larga sucesión de buenos directores. Eso es totalmente absurdo".

Otro propósito frustrado: Hitchcock y Cooper nunca hicieron una película juntos.

"Es cierto que en algunas de mis películas británicas me he concentrado sobre todo en el desarrollo de los personajes masculinos, pero esto se debe a que siempre he encontrado extremadamente difícil conseguir que las actrices británicas reaccionen con naturalidad ante una situación humana. Si arrojas a una actriz británica a un baño de agua fría, ella seguirá emergiendo a la superficie intentando conservar un aire digno y distante. No creo que las actrices americanas sean tan inhibidas. Ninguna chica inglesa podría alcanzar el grado de eficacia conseguido por Carole Lombard. Creo que, tratada con imaginación, la Lombard es capaz de ofrecer una actuación igual a la de los mejores actores masculinos, como Muni o Leslie Howard".

Al menos con Carole Lombard tuvo más suerte, pero ¡por poco! Llegó a dirigirla en Matrimonio original un año antes de que la actriz y esposa de Clark Gable falleciera en un accidente de avión.

Con respecto a la divina Garbo, lo siento por Hitch, porque ella ya tenía pensado retirarse antes de que el público pudiera detectar una sola arruga en su rostro.

"Si fuera a dirigir a la Hepburn le daría un papel que evocara al que interpretó en Gloria por un día. La chica estridente y de voz ronca de esa película era la verdadera Hepburn".

¡Pues con ella tampoco! Me gustaría saber qué pasó para que el director y la actriz cohabitaran durante tantos años en el mismo mundillo sin llegar nunca a nada. ¿Problemas de agenda? ¿De presupuesto? ¿Desavenencias personales?

"No hay prácticamente ninguna estrella de Hollywood cuyo potencial no me gustaría intentar modificar o desarrollar según el papel que interpretara".

Menos mal que eras flexible, Alfred, porque los pasteles que señalaste no fueron para nada los que acabaste comiéndote.

¿Por qué no dijiste nada de Cary Grant (Sospecha, Encadenados, Atrapa a un ladrón, Con la muerte en los talones) o Jimmy Stewart (La soga, La ventana indiscreta, El hombre que sabía demasiado, De entre los muertos)? Cuatro películas con cada uno. Lo habrías clavado.

Y... ¿qué habría dicho de imaginarse a Audrey... leyendo un libro sobre él...?

Qué se le va a hacer. La mayoría de las veces uno no consigue exactamente lo que desea... pero con un poco de suerte se obtiene algo inesperado y mejor.